viernes, 29 de noviembre de 2013

MI DIOS ES SANIDAD

MI DIOS ES SANIDAD
Fuente: Milagros García Klibansky
Congregación León de Judá
Pues, ¿de qué le sirve a un hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se destruye o se pierde? Lucas 9:25
No hay hombre que tenga potestad para refrenar el viento con el viento, ni potestad sobre el día de la muerte. No se da licencia en tiempo de guerra, ni la impiedad salvará a los que la practican. Eclesiastés 8:8

El primer paso para poder sanar una enfermedad es reconocerse como un enfermo. Sólo entonces buscaremos alguien capacitado que nos indique qué hacer. Para ello han sido creados los medicamentos, mas, si no los tomamos, no surtirán ningún efecto. Podemos tener un arsenal de medicamentos, que si no decidimos tomarlos, es como si no tuviéramos nada.
Contrastando con esto, conozco personas que toman una cantidad de medicamentos indiscriminadamente, sin prescripción facultativa, sólo porque leyeron, les dijeron o suponen que son buenos para la salud y cuidan su cuerpo al punto de rendirle culto.
Con la sanidad espiritual sucede lo mismo, si no reconocemos que somos pecadores, no podremos sanar el espíritu; nadie que piense que está espiritualmente sano buscaría sanidad, pero cuando nos damos cuenta que nuestro espíritu desfallece por el pecado, entonces vamos a la consulta del Médico Divino en busca de una solución definitiva a nuestro padecer.
Sanar el espíritu es mucho más importante que sanar el cuerpo. ¿De qué le vale al hombre tener un cuerpo sano cuando su alma está en estado de descomposición?
Cuando nuestro espíritu está enfermo, todas las vanidades del mundo no logran menguar la tristeza que sentimos en el corazón, puede tener el hombre el mundo, que si no tiene a Dios, no tiene nada. El gozo que da la convicción de su presencia en nuestra vida, no es comparable a la riqueza material que este mundo pueda ofrecer.
Ninguna medicina creada por el hombre puede sanar nuestro espíritu, nuestra medicina es otra y no podemos asirla con las manos sino con el corazón, nuestro médico es el Espíritu Santo de Dios obrando en nuestra vida.
Entristecerse no es pecado, como algunos quieren hacer ver. Si seguimos la trayectoria de Jesús lo podemos ver llorando ante la tumba de un amigo y en Getsemaní confesando a sus discípulos que su alma estaba triste “Hasta la muerte” (Mat 26.38, Mar 14.34). Tal fue su tristeza, que un ángel tuvo que acudir a consolarlo.
¡Claro que sentimos tristeza, no somos masoquistas! No ofendemos a Dios cuando sentimos dolor, lo ofendemos cuando en medio del dolor no somos capaces de buscarle y tratamos de luchar infructuosamente con nuestras propias fuerzas para sanar las heridas ignorando que Él es el único bálsamo que sana y no deja cicatriz.
Cuando el mundo nos ve afligidos, lo primero que se preguntan es ¿dónde está el Dios de ellos? No pueden entender que está a nuestro lado siempre pues nos ven distraídos rebuscando en nuestras propias soluciones, incapaces de sentir su presencia, porque nos hemos apartado del camino, mientras Él, inmutable, permanece con sus manos extendidas para, con solo un toque, darnos sanidad.
Lectura sugerida: Sal 107.20
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”


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