YO TE HE
REDIMIDO Y TE GUARDARÉ 1
Extracto
del libro “Él Escogió los Clavos” Por
Max Lucado
Devocionaldiario.org
La Promesa de Dios en la Sangre y el
Agua.
Pasaje Clave: Cristo «ofreció
para siempre un solo sacrificio por los pecados» y «por una sola ofrenda él ha
perfeccionado para siempre a los que son santificados» (Hebreos 10.12-14)
Esta semana, mi nombre apareció en la sección
deportiva del periódico. Tenías que buscarme, pues ahí estaba. En la cuarta
página de la edición del martes, en la parte final de una página, en la conclusión
de un artículo dedicado al Abierto de Golf de Texas, ahí estaba mi nombre. Con
todas sus letras. Era la primera vez. Mi nombre ha aparecido en otras partes
del periódico por una variedad de razones, de algunas de las cuales me siento
orgulloso y de otras no. Pero esta era la primera vez que aparecía en la
sección de deportes. Tuve que esperar más de cuarenta años, pero al fin el día
llegó.
También fue mi primer trofeo deportivo. Cuando
estaba en el colegio casi conseguí uno, cuando quedé séptimo en el lanzamiento
del disco. Pero solo dieron medallas hasta el sexto lugar, de modo que no hubo
para mí. He conseguido varios trofeos en otras cosas, pero nunca en deportes.
Hasta ayer. Mi primer trofeo deportivo.
Todo ocurrió así. Mi amigo Buddy es la persona que
dirige la organización del Abierto de Texas de la Asociación de Golfistas
Profesionales, AGP. Me preguntó si me gustaría jugar en la competencia anual de
jugadores profesionales y aficionados. Lo pensé tres segundos y acepté. El
formato de esta competencia es bastante sencillo. Cada equipo tiene un jugador
profesional y cuatro aficionados. Se anota el puntaje más bajo de cada jugador
aficionado. En otras palabras, aunque yo no logre poner la bola en el hoyo, si
otro de mi equipo lo hace, es como si yo lo hubiera hecho. Y eso es,
precisamente, lo que ocurrió en diecisiete de los dieciocho hoyos. ¡Imagínate
cómo me habré sentido jugando! Tomemos un hoyo cualquiera donde yo anoté un
ocho y Buddy o cualquiera de mis compañeros marcaron un tres. ¿Adivinas qué
puntaje se tomó en cuenta? ¡El tres! Se olvida el ocho de Max y se registra el
de Buddy. Fácil, ¿verdad? Así, logré reconocimiento y notoriedad por el buen
desempeño de alguien más, simplemente por ser yo parte de su equipo.
¿No ha hecho Cristo lo mismo contigo?
Lo que mi equipo hizo por mí aquel lunes, tu Señor
lo hace por ti todos los días de la semana. Gracias a su trabajo puedes cerrar
tu ronda diaria con un puntaje perfecto. No importa que hayas lanzado la bola
entre los árboles o que la hayas sumergido en el agua. Lo que importa es que
saliste a jugar y te uniste a los cuatro correctos. En este caso, tu equipo de cuatro es
invencible: Tú, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No podría haber un
equipo mejor.
El término teológico de dos dólares que denota es santificación
posicional. Dicho en forma sencilla: Recibes
un premio no por lo que eres, sino por a quién conoces.
En ese juego de golf se ilustró una segunda
palabra. (¿Qué significa esto? ¿Buscando teología en un campo de golf?) No solo ves un cuadro de santificación
posicional; hay igualmente un nítido cuadro de santificación progresiva.
¿Recuerdas mi contribución? Uno de dieciocho hoyos.
En un hoyo hice un par. Mi par ingresó a la tarjeta de mi equipo. ¿Quieres
saber en qué hoyo hice mi par? En el último. Aunque di muy poco, mi aporte fue
mejorando con cada hoyo. Buddy se mantuvo dándome sugerencias y cambiando mi
agarre hasta que finalmente hice mi aporte. Mejoré en forma progresiva.
El premio fue gracias al puntaje de Buddy. La
mejoría llegó gracias a la ayuda de Buddy.
La santificación posicional llega por
la obra de Cristo para nosotros. La santificación progresiva llega por la obra
de Cristo en nosotros. Ambas son regalos de Dios.
«Con un sacrificio hizo perfectos para siempre a
los que están siendo santificados» (Hebreos 10.14). ¿Ves la mezcla de tiempos?
«Él hizo perfectos» (santificación posicional) a los que «que están siendo
santificados» (santificación progresiva).
Santificación posicional y progresiva.
La obra de Dios por nosotros y la obra de Dios en nosotros. Ignora la primera
y te dominará el temor. Ignora la segunda, y te convertirás en un perezoso.
Ambas son esenciales, y ambas se ven en la húmeda suciedad en la base de la
cruz de Cristo. Examinémosla más cuidadosamente.
(CONTINÚA…)
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Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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