DEVOLVIÉNDOLE
A DIOS LA ADORACIÓN QUE ÉL SE MERECE
Fuente: Dr. Roberto Miranda
Congregación León de Judá
Pero ustedes son linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios,
a fin de que anuncien las virtudes de Aquél que los llamó de las tinieblas a
Su luz admirable. 1 Pedro 2:9
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Tributen al SEÑOR la gloria
debida a Su nombre; Adoren al SEÑOR en la majestad de la santidad. Salmos
29:2
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Una de las armas más
poderosas de la guerra espiritual es, precisamente, la adoración. La motivación
más poderosa para la acción de Satanás en el mundo es el deseo ilegítimo de
obtener la gloria y la autoridad que sólo a Dios le pertenecen.
El profeta Isaías, en
un pasaje que siempre ha sido reconocido como una referencia profética a los
orígenes de Satanás, describe ese apetito insaciable de adoración ilegítima
(Isaías 14: 12-15):
12 ¡Cómo caíste del
cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que
debilitabas a las naciones.
13 Tú que decías en
tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios,
levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del
norte;
14 sobre las alturas
de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.
15 Mas tú derribado eres
hasta el Seol, a los lados del abismo.
Dios derriba a
Lucifer de su gloria original de arcángel precisamente debido a su soberbia y
rebeldía. La raíz de todo el mal y el pecado que afecta a la humanidad es,
precisamente, la rebeldía contra el señorío y la gloria de Dios. Por eso Dios
es tan celoso de su gloria. La adoración se dirige a esa controversia eterna
entre Satanás y Dios.
La adoración, además,
neutraliza la soberbia y rebeldía que hay en el hombre, y reconoce el lugar de
dependencia y sujeción que este ocupa ante Dios. En Romanos 1, el apóstol Pablo
señala que la humanidad ha sufrido una degeneración similar a la de Lucifer por
rehusarse, como él, a reconocerle a Dios la gloria que Él se merece:
21 Pues habiendo
conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que
se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.
22 Profesando ser
sabios, se hicieron necios,
23 y cambiaron la
gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de
aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
24 Por lo cual
también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus
corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos,
25 ya que cambiaron
la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes
que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
26 Por esto Dios los
entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural
por el que es contra naturaleza,
27 y de igual modo
también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su
lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y
recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.
28 Y como ellos no
aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para
hacer cosas que no convienen;
El apóstol Pablo es
claro. Como la humanidad se negó a darle a Dios la gloria debida a su nombre,
Dios abandonó a los hombres rebeldes a una vergonzosa degeneración en la dimensión
de su cuerpo, emociones, apetitos y mente. Como Lucifer desterrado de su gloria
angelical, el hombre, por su rebeldía y negación a rendirle gloria y alabanza a
Dios, también es depuesto de su dignidad y reducido a un estado vergonzoso y
disfuncional. Sus acciones y comportamiento “no convienen” (kathēkonta, gr.).
En otras palabras, sus actos son dañinos, peligrosos, perjudiciales para su
propio bienestar.
Lo único que puede contrarrestar ese efecto
negativo de la rebeldía es la humildad. Esa humildad se manifiesta por medio de
una decisión de rendirle a Dios la adoración que Él se merece. Por eso la
adoración es tan poderosa, pues corrige esa injusticia esencial cometida contra
Dios, y lo pone tanto a Él como a su criatura (el ser humano) en la posición
correcta.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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