¿POR QUÉ NO SÉ
DECIR QUE NO?
Fuente: Vanessa Brito
Este artículo fue
producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
No sé si se trata del nivel experto de
convencimiento que poseen muchas personas para obtener de uno lo que desean o
el hecho de que uno siempre quiere ayudar o ser útil como pueda para los demás,
o un problema de complacer a todos, quedar bien con todos y hacerlos felices
por inseguridades propias, pero un problema que encuentro y veo siempre, es no
saber decir no.
Me llama mucho la atención ese tipo de situaciones
porque me pongo a verla desde varios puntos, el primero es desde el lado de la
persona que necesita el favor, la ayuda o simplemente algo de ti, muchos
saben palabrear el pedido de manera que tu no entiendes que es un favor y
terminas aceptando sin chistar y sin cuestionar nada. ¿Cómo lo hacen digo yo?,
¿Es un don con el que nacen?, ¿Lo aprendieron de alguien? ¡Si es así, yo
también quiero aprender!
El otro lado que veo es el de la persona de la cual
se necesita el favor, una acción, préstamo, diligencia, etc., como lo quieras
llamar. Hay un miedo, un rechazo, una indisposición por responder NO que es
increíble y me causa hasta gracia. Aun cuando estemos reacios a ayudar por
razones personales, por razones de trabajo, salud o familia, o que simplemente
no quieres, siempre encontramos una manera de NO decir NO y aceptamos hacer la
petición de la otra persona.
Es bien incómodo darse cuenta, al rato, de que lo
que fulanita o fulanito te pidió es fuera de tú alcance, pero ¿qué vas a hacer
ahora? Ya aceptaste, ya te metiste en el barco, no puedes abandonar a mitad de
camino, la responsabilidad fue asumida y empiezas a pensar varias cosas, ¿cómo
hacer posible el favor, cómo zafarte de esta y cómo te metiste en esta? Te
estresas tanto que te enojas y pasas el resto del día amargado por haber
aceptado esa solicitud.
Un día acepté hacerle un favor a alguien, desde el
principio no me cuadraba la cosa y me resistí un poco y consciente de que no
podía, ni quería hacerlo, (si ya se, sueno súper mala gente) acepté, pocos
minutos después, sola en mi carro, me grite a mí misma, ¿POR QUÉ HAGO ESTO?,
¿POR QUÉ ACEPTO HACER ESTO SI NO ES LO QUE QUIERO? Estaba tan frustrada,
molesta y confundida. ¿Por qué dije sí? O peor aún, ¿cómo me convenció esa
persona de decir que sí?
Me tomé un minuto para calmarme, respirar profundo
y traté de cuadrar mis deberes y obligaciones alrededor de la petición de la
persona y me di cuenta que no podía por más que tratara, de mover mi horario un
poco, con mucha pena y brevedad tuve que llamar a la persona y decirle que me
disculpara pero que no me era posible llevar a cabo su petición, la persona me
respondió un relajado “no hay problema, fulana de tal me acaba de decir que
puede hacerlo, gracias!”
Y así de fácil salí de mi embrollo, la persona
quedó complacida porque alguien más la ayudó, yo me sentí bien porque fui
sincera conmigo misma y con la persona; ¡y la vida continuó como si nada! Con
un simple y temprano NO me hubiese evitado tanto. Dios ¿por qué me
enrollo tanto?, ¿por qué nos enrollamos tanto?
Recibe una
Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
No hay comentarios:
Publicar un comentario