YO TE HE
REDIMIDO Y TE GUARDARÉ 3
Extracto del libro “Él Escogió los
Clavos” Por
Max Lucado
Devocionaldiario.org
Continuemos.
Como resultado de «ser salvos» (la obra de la
sangre) ¿qué hacemos nosotros?
Obedecemos a Dios «con profunda reverencia, y nos retraemos de todo lo que pudiera
desagradarle». Poniéndolo en forma práctica, amamos a nuestro prójimo y
nos cuidamos de no murmurar. Nos negamos a engañar en los impuestos y al
cónyuge y hacemos lo mejor que podemos por amar a las personas difíciles de
amar. ¿Hacemos todo esto para alcanzar la salvación? No. Esto es «las buenas
cosas que resultan de ser salvo».
Una dinámica similar ocurre en el matrimonio.
¿Están un esposo y una esposa más casados que lo que lo estuvieron el primer
día? ¿Podrían estar más casados que cuando se hacen los votos y firman el
certificado? A lo mejor podrían. Imagínalos cincuenta años después. Cuatro
hijos más tarde. Un trío de transferencias y un racimo de valles y victorias
más tarde. Después de medio siglo de matrimonio, terminan la frase iniciada por
el otro y se ordenan mutuamente la comida favorita. Hasta empiezan a parecerse
más y más físicamente (una perspectiva que a Denalyn hace sufrir). ¿Podría
decirse que a los cincuenta años están más casados que el día de su boda? Pero,
por el otro lado, ¿cómo podrían estarlo? El
certificado de matrimonio no ha madurado. Ah, pero las relaciones sí, y eso
marca una gran diferencia. Técnicamente, no están más unidos que
cuando abandonaron el altar. Pero relacionalmente, son completamente
diferentes. El matrimonio es tanto algo ya hecho como algo que se va
desarrollando diariamente. Algo que hiciste y algo que haces.
Sucede lo mismo en nuestro caminar con Dios.
¿Puedes ser más salvado ahora que como lo fuiste el primer día de tu salvación?
No. ¿Pero puede una persona crecer en la salvación? Absolutamente. Es, como el
matrimonio, algo hecho y algo que se va desarrollando diariamente.
La sangre es el sacrificio de Dios por
nosotros. El agua es el Espíritu de Dios en nosotros. Y necesitamos a ambos. Juan está muy interesado
en que aprendamos esto. No es suficiente saber lo que vino después; debemos
saber cómo vino después: «De una vez salió sangre y agua» (Juan 19.34). Juan no
pone a una sobre la otra. Pero nosotros sí lo hacemos.
Algunos aceptan la sangre pero olvidan el agua.
Quieren ser salvos pero no quieren ser cambiados. Otros aceptan el agua pero se
olvidan de la sangre. Están muy ocupados en Cristo pero nunca en paz con
Cristo. ¿Cómo es tu situación? ¿Tiendes a inclinarte en uno u otro sentido?
¿Te sientes tan salvo que nunca sirves? ¿Estás tan
contento con el puntaje de tu equipo que no quieres bajarte del carrito de
golf? Si tal es tu caso, déjame hacerte una pregunta: ¿Por qué te habrá puesto
Dios en el campo de juego? ¿Por qué no te iluminó en el momento en que te
salvó? El hecho es que tú y yo estamos aquí por una razón y esa razón es
glorificar a Dios en nuestro servicio.
¿O está tu tendencia completamente al otro lado?
Quizás sirves siempre por temor a no ser salvo. Quizás no confías en tu equipo.
Temes que haya alguna carta escondida en la que esté escrito tu verdadero
puntaje. ¿Es eso? Si tal es tu caso, recuerda esto: La sangre de Jesús es
suficiente para salvarte.
Graba en tu corazón el anuncio de Juan el Bautista.
Jesús es «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1.29). La
sangre de Cristo no cubre tus pecados, no encubre tus pecados, no pospone tus
pecados ni minimiza tus pecados. La sangre de Cristo quita tus pecados, de una
vez y para siempre.
Jesús deja que tus faltas se pierdan en
su perfección. Así como los cuatro golfistas estuvimos allí
de pie para recibir el premio, los únicos que sabían de mi pobre actuación eran
mis compañeros, y ellos no dijeron nada.
Cuando tú y yo nos pongamos de pie en el cielo para
recibir nuestro premio, solo uno sabrá de nuestros pecados, pero Él no te
avergonzará. Ya los ha perdonado. De modo que disfruta el juego, amigo mío; tu
premio está asegurado. Pero aprovecha de pedirle al Maestro alguna ayuda para
mejorar tu estilo.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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