jueves, 17 de julio de 2014

EL MINISTERIO Y LA ENSEÑANZA

EL MINISTERIO Y LA ENSEÑANZA
Extracto del libro “Creer También es Pensar”
Por John Stott
Publicado por: Edgardo Tosoni
devocionaldiario.org

Mi sexto y último ejemplo es en cuanto al lugar de la mente en el ministerio cristiano. Tenemos que usar nuestra mente cualquiera que sea el ministerio, pero especialmente en el ministerio ordenado o pastoral de la iglesia. Hoy día hay un renovado interés en el tema del ministerio y en los carismas (dones del Espíritu) que califican y dan condiciones al pueblo de Dios para ejercer su ministerio. Todos los dones espirituales (y son muchos) se destinan a algún tipo de ministerio. Son dados para que sean ejercidos “buscando un fin provechoso”, teniendo como propósito edificar la iglesia, el cuerpo de Cristo, de forma que crezca hasta la madurez. Los dones que más deben ser buscados y apreciados, por lo tanto, son los dones de la enseñanza, ya que es por medio de ellos que la iglesia es más “edificada”.

Este don de la enseñanza es, a buen seguro, necesario a los presbíteros, que tienen cuidado pastoral para con la iglesia local. Vamos a abordar rápidamente tanto la naturaleza de su ministerio como también las calificaciones que les son necesarias. El ministerio “pastoral” es esencialmente un ministerio de enseñanza. Voy a esclarecer esto. El ministro es un pastor, designado por Cristo, el Sumo Pastor, para cuidar de su rebaño, teniendo en particular la responsabilidad de alimentar las ovejas (o sea, enseñarlas). Así, pues, el apóstol Paulo podía decir a los presbíteros-obispos de la iglesia en Éfeso: “Atended por vosotros y por todo el rebaño sobre el cual Espírito Santo os constituyó obispos, para pastorear la iglesia de Dios, la cual él compró con su propia sangre’. Y el apóstol Pedro, que por tres veces fuera personalmente comisionado por el Señor resucitado a cuidar o alimentar sus ovejas y corderos, más tarde escribió a otros presbíteros diciendo: “Pastoread el rebaño de Dios que hay entre vosotros…”

Dejando de lado la metáfora del pastor, la mayor responsabilidad de los presbíteros locales es: “presentar a todo hombre perfecto en Cristo”. Y, para alcanzar este objetivo, deben proclamar a Cristo en su plenitud, “advirtiendo a todo hombre y enseñando a todo hombre en toda la sabiduría”. Es por el conocimiento de Cristo, tal como lo presentan las Escrituras y lo proclama el ministerio, que los cristianos alcanzan madurez espiritual.

Las calificaciones para el ministerio son consistentes con su naturaleza. Todo candidato al ministerio pastoral o al presbiterato debe poseer tanto la fe bíblica como el don de enseñarla. Debe ser ortodoxo. “Encariñado a la palabra fiel que es según la doctrina (literalmente: según el didache, o la enseñanza de los apóstoles), de modo que pueda así exhortar por la recta enseñanza como para convencer los que contradicen”. Debe ser aún “apto para enseñar”. Esta son dos calificaciones que le son indispensables. Debe ser fiel a la didache y ser didaktikos, un profesor que sabe transmitir y que tiene la recta enseñanza.
Eso lo obligará a estudiar, tanto en su preparación al ministerio como durante su ejercicio.

Es impresionante que a los que quieren recomendarse a sí mismos como ministros de Dios, Pablo escribe, deben hacerlo no solamente a través de su paciencia en las tribulaciones, ni solamente a través de su pureza, privación, bondad y amor, sino también a través de su saber.

Soy muy grato al Dr. Billy Graham, en una predicación en Londres dirigida a cerca de 600 ministros, en noviembre de 1970, dijo que si tuviera que comenzar su ministerio de nuevo, estudiaría tres veces de lo que estudió. “He predicado mucho y estudiado tan poco”, dijo él. El día siguiente él me contó una afirmativa hecha por el Dr. Donald Barnhouse: “Si me fueran dados sólo tres años para servir al Señor, pasaría dos de esos tres años estudiando y preparándome”.

Yo aún estoy cada vez más ansioso por ver a Dios llamar, en estos días, a más personas para este ministerio de la enseñanza; personas con mentes atentas, convicciones bíblicas y aptitud para enseñar; colocándolas en las ciudades grandes e importantes, y en las ciudades universitarias de este mundo; de forma que , a la semejanza de Pablo en la escuela de Tirano en Éfeso, en esos lugares ejerzan un ministerio de enseñanza sistemática y persuasivo, exponiendo las viejas Escrituras y aplicándolas al mundo moderno; y que tal ministerio fiel, bajo la buena mano de Dios, no solamente conduzca a su propia congregación hasta el punto de la madurez en Cristo, sino también esparza su bendición por todas partes, a través de los visitantes que por poco tiempo vengan a recibir su influencia.

Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”


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