VIDA
PLENA PARA GLORIA DE DIOS
Faustino de Jesús Zamora Vargas
Congregación León de Judá
Porque la palabra de la cruz es
necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos es poder de
Dios. 1 Corintios 1:18
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Ya el sol no será para ti luz
del día, ni el resplandor de la luna te alumbrará; Sino que tendrás al SEÑOR
por luz eterna, y a tu Dios por tu gloria. Isaías
60:19
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Pertenezco a una
generación en Cuba que creció entre la aparente naturalidad de la humillación
dirigida y la osadía de la cancionística insular trovadoresca de los 60, la
'canción protesta, como solían llamarla los entendidos. '… me distraigo, la
ciudad se derrumba y yo cantando…' entonaba un conocido cantor de la época con
cierta indiferencia, identidad presuntuosa de los últimos “hippies” a lo cubano
de aquellos años en que campeábamos de arriba abajo, con rostros
desalmidonados, calzados al estilo de nuestros mambises – combatientes cubanos
del tiempo en que Cuba era colonia española- y aires beatlemaníacos que
entonaban “…all you need is love”. Era la época de los 60 del pasado siglo, del
romanticismo con sabor a lo prohibido, del espaldarazo a la fe, del éxodo de
muchos fieles a los campos florecientes entonces del materialismo para comenzar
una vida sin compromisos religiosos. La expresión importada “La religión es el
opio de los pueblos” se convirtió en un dogma casi oficial. Una época (con la
frase incluida) muy parecida a la de hoy en muchos lugares del mundo.
Al Dios viviente
intentamos zambullirlo entre el frenesí de la rumba y un sonajero de maracas.
El folclor afrocubano, con su panteón de deidades a cuesta, asumió
obedientemente los beneficios de ser nombrado casi oficialmente sello de la
verdadera cubanía. ¿Cómo someterse a Dios si nadie se sometía a nadie? El
adagio de someterse a Dios sonaba a humillación, degradación y afrenta. La
fórmula de someterse a otro olía a resquebrajamiento de la virtud.
El hombre se
levantaba cada mañana con el fusil en ristre, en la jungla de una vida sin
Cristo, dispuesto a disparar a quemarropa, sin reparos ni advertencias, contra
el destino de su propio hermano. Había que sobrevivir. Todos cantábamos un
himno de moda entonces que hablaba de la necesidad del hombre de buscar su
propia redención (por supuesto, sin Dios). Era una puerta abierta a la locura,
al ateísmo descarnado, al empoderamiento del hombre para cultivar su propia
gloria. Muchos anunciaban la muerte definitiva de Dios, no hacía falta aquella
fe de promesas contenidas en un libro (la Biblia) que ya muy pocos leían. Las
iglesias – se refería a los templos y edificios – dejarán de existir. Pero
ustedes lo saben tanto como yo: “…la locura de Dios es más sabia que la
sabiduría humana… (1 Co 1.25). Y vino el tiempo de Dios. ¿Por qué somos tan
impacientes?
Dios existía sólo
para aquellos “locos” que se atrevían a visitar las iglesias. Llegaron los años
90 y el redescubrimiento de la fe en mi hermoso país. Y de pronto a los locos
se les comenzó a ver como cuerdos y las iglesias se llenaron de cuerdos que muy
rápidamente se volvieron locos (por Cristo). Hasta hoy.
Entonces comprendí por qué el evangelio es locura
para los que se pierden, poder de Dios para los que buscan su rostro. A Él sea
la gloria.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
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