LA SOPA DE PIEDRAS
Fuente: Renuevo de
Plenitud.com
Hubo una vez, hace muchos años, un país que acababa de
pasar una guerra muy dura. Como ya es sabido las guerras traen consigo
rencores, envidias, muchos problemas, muchos muertos y mucha hambre. La gente
no puede sembrar, ni segar, no hay harina ni pan.
Cuando este país acabó la guerra y estaba destrozado,
llegó a un pueblecito un soldado agotado, harapiento y muerto de hambre. Era
muy alto y delgado.
Hambriento llegó a una casa, llamó a la puerta y cuando
vio a la dueña le dijo:
-Señora, ¿No tenéis un pedazo de pan para un soldado
que viene muerto de hambre de la guerra?
Y la mujer le mira de arriba abajo y responde:
-Pero, ¿Estás loco? ¿No sabes que no hay pan, que no
tenemos nada? ¡Cómo te atreves!
Y a golpes y a patadas lo sacó fuera de la casa.
Pobre soldado. Prueba fortuna en una y otra casa,
haciendo la misma petición y recibiendo a cambio peor respuesta y peor trato.
El soldado casi desfallecido, no se dio por vencido.
Cruzó el pueblo de cabo a rabo y llegó al final, donde estaba el lavadero
público. Halló unas cuantas muchachas y les dijo:
-¡Muchachas! ¿No habéis probado nunca la sopa de
piedras que hago?
Las muchachas se mofaron de él diciendo:
-¿Una sopa de piedras? No hay duda de que estás loco.
Pero había unos niños que estaban espiando y se
acercaron al soldado cuando éste se marchaba decepcionado.
-Soldado, ¿te podemos ayudar? Le dijeron.
-¡Claro que sí! Necesito una olla muy grande, un puñado
de piedras, agua y leña para hacer el fuego.
Rápidamente los chiquillos fueron a buscar lo que el
soldado había pedido. Encienden el fuego, ponen la ola, la llenan de agua,
lavan muy bien las piedras y las echan hasta que el agua comenzó a hervir.
-" ¿Podemos probar la sopa?" preguntan impacientes
los chiquillos.
-¡Calma, calma!
El soldado la probó y dijo:
-Mm... ¡Qué buena, pero le falta una pizquita de sal!
-En mi casa tengo sal -dijo un niño. Y salió a por
ella. La trajo y el soldado la echó en la olla.
Al poco tiempo volvió a probar la sopa y dijo:
-Mm... ¡Qué rica! Pero le falta un poco de tomate.
Y un niño que se llamaba Luis fue a su casa a buscar
unos tomates, y los trajo enseguida.
En un periquete los niños fueron trayendo cosillas:
patatas, lechuga, arroz y hasta un trozo de pollo.
La olla se llenó, el soldado removió una y otra vez la
sopa hasta que de nuevo la probó y dijo:
-Mm... Es la mejor sopa de piedras que he hecho en toda
mi vida. ¡Venga, venga, id a avisar a toda la gente del pueblo que venga a
comer! ¡Hay para todos! ¡Que traigan platos y cucharas!
Repartió la sopa. Hubo para todos los del pueblo que
avergonzados reconocieron que, si bien era verdad que no tenían pan, juntos
podían tener comida para todos.
Y desde aquel día, gracias al soldado hambriento
aprendieron a compartir lo que tenían.
Jesús dijo:
"Más bienaventurado es dar que recibir"
(Hechos 20:35)
Así como el hijo del hombre no vino para ser servido,
sino para servir y dar su vida en rescate por mucho" (Mateo 20:28).
"Amaos unos a otros con amor fraternal"
Romanos 12:10
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