¿TE
RINDES CUANDO TU VICTORIA SE TOMA DEMASIADO TIEMPO EN LLEGAR?
Fuente: Dr. Roberto Miranda
Congregación León de Judá
También el que compite como
atleta, no gana el premio si no compite de acuerdo con las reglas. 2
Timoteo 2:5
|
||
Porque es aún visión para el
tiempo señalado; Se apresura hacia el fin y no defraudará. Aunque tarde,
espérala; Porque ciertamente vendrá, no tardará. Habacuc
2:3
|
Muchas veces Dios
pone sueños en nuestro corazón, anhelos y proyectos y planes, que no son para
el momento actual, sino para el futuro distante. Dios nunca está de prisa. Dios
crea pacientemente, orgánicamente, desde adentro hacia fuera, poniendo una pieza
encima de la otra con total intencionalidad. Se toma su tiempo en elaborar una
hermosa visión.
El escritor de
Eclesiastés declara: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del
cielo tiene su hora” (Ecl 3:1). Habacuc 2:3 introduce un elemento muy
importante en la ejecución de toda visión personal: “Aunque la visión tardará
aún por un tiempo, más se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare,
espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará”.
Cuando Dios está
obrando en una vida, nada sucede por inercia o accidente. Nada sobra, y nada
falta. En Dios no hay excesos. Todo lo que El permite que intervenga en la
elaboración de una visión es justamente lo que se requiere, aunque en nuestro
apresuramiento por verla realizada parezca que el momento de la victoria se
está tomando demasiado tiempo en llegar.
Nunca abandones una
visión porque se haya tomado demasiado tiempo en realizarse. Muchas veces las
visiones de Dios requieren un largo viaje antes de tornarse en realidad. Como
Abraham, quien tuvo que recorrer proféticamente la tierra que sus descendientes
habrían de ocupar sólo varios siglos después de su muerte, muchas veces
tendremos que viajar grandes distancias en el tiempo y el espacio antes de que
nuestras aspiraciones se conviertan en realidad. Tendremos que experimentar y
padecer muchos fracasos y vicisitudes antes de entrar en la tierra prometida
que Dios ha declarado sobre nuestro espíritu. ¡Puede pasar mucho tiempo antes
de que podamos acariciar en nuestros brazos el Isaac que Dios nos ha prometido!
Sin embargo, en esa marcha forzada pero fecunda recogeremos una inmensa
cantidad de recursos y experiencias que serán necesarias para conquistar el
territorio que nos hemos propuesto; y, sobre todo, para consolidarlo y
retenerlo.
El apóstol Pablo nos
advierte que para ser coronados--en otras palabras, para llegar a la plena
realización de nuestros sueños-- tenemos que luchar legítimamente (2 Tim 2:5).
“Luchar legítimamente” quiere decir, no tomar atajaderos; quiere decir, pasar
por el largo y arduo proceso que requiere una visión, tomar hasta el fondo la
copa de la crucifixión personal que nos prepara y capacita para el triunfo que
tanto anhelamos.
Las visiones que Dios
instala en nuestros corazones frecuentemente requieren un proceso de desarrollo
arduo y detallado. Hay reglas y principios que tienen que ser obedecidos. Hay
cosas que tienen que morir, deudas que tienen que pagarse, rasgos de carácter
que tienen que ser eliminados o establecidos en nosotros por medio del
sufrimiento, la lucha o el fracaso. Nuestro ser interior tiene que ser ajustado
a la magnitud y la complejidad de la visión que hemos concebido.
No podemos apresurar
los procesos de Dios. No debemos tratar de evadir las crucifixiones y
estaciones de espera que surgirán en el camino hacia la cumbre. Cuando
obtengamos el premio, tendremos que haber corrido la carrera sin trampas ni
atajaderos.
Dios es un Dios de
procesos, de etapas entrelazadas que se van cumpliendo ordenadamente una tras
otra en un orden coherente. ¡Todo esto requiere tiempo! La hermosa sinfonía de
una vida con propósito no se realiza de la noche a la mañana. Requiere una
capacidad para ver a largo plazo, para esperar pacientemente “hasta que
despunte el alba”. El salmista dice: Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó
a mí, y oyó mi clamor. (Salmos 40:1)
Aunque la visión se
tome más tiempo de lo previsto, debemos esperar pacientemente hasta que Dios se
incline hacia nosotros, nos extienda su cetro, y nos otorgue el triunfo
anhelado. Si la visión es auténtica y viene de Dios, Él se asegurará de que
llegue el tiempo de su realización. En tiempos de sequía y espera, cuando casi
desfallecemos y abandonamos la visión, Dios nos susurra: “Aunque se tarde mucho
tiempo, no la abandones. Ella se apresura hacia el fin, y no mentirá”.
La persistencia es uno de los grandes componentes
de toda vida exitosa e impactante. Dios nos ha llamado a bendición y triunfo, y
promete respaldarnos en nuestro ascenso hacia la grandeza personal. Pero
tenemos que ser fieles. Tenemos que persistir hasta el final. No debemos darnos
por vencido simplemente porque se haya tomado mucho tiempo llegar hasta la
meta. Espero que esta meditación te anime a una vida de persistencia en la
búsqueda de tus sueños. Persistamos en la visión hasta verla plenamente
realizada.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro Cristiano “Cristo es la Puerta”
No hay comentarios:
Publicar un comentario