MI ESTANDARTE, MI
VICTORIA
Fuente: Ana María Frege Issa
Este artículo fue producido
por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
El uso de banderas data
de miles de años atrás. En la antigüedad y durante el Imperio Romano se
usaban los estandartes que eran semejantes a las banderas pero que colgaban
verticalmente y servían para identificar a cada legión en el campo de batalla y
reunir a sus hombres. Posteriormente aparecieron las banderas, en la época
medieval y fueron tornándose, poco a poco, en los emblemas nacionales.
En la Biblia, encontramos referencias de cómo cada
tribu de Israel ya contaba con su propio estandarte, que los identificaba. En
la actualidad, cada país cuenta con su bandera como símbolo patrio. Todas
encierran una historia, sus colores y los elementos que tienen nos
relatan características e historia del lugar. Cada bandera nos
proporciona una identidad como ciudadanos de un país y aunque vivamos lejos de
nuestro país de origen, cuando la vemos es casi imposible no emocionarse
y recordar de dónde uno viene.
Pero nosotros tenemos un estandarte que ha
permanecido intacto desde el principio de los tiempos y que agrupa a millones
de personas de diferentes tribus y naciones. Sin importar dónde estemos. Él va
delante de nosotros asegurándonos la victoria, anunciando que no pertenecemos a
cualquier pueblo o ejército, sino a uno poderoso.
Cuando Israel peleaba con los Amalecitas, Moisés
subió a una colina cercana junto con Aarón y Hur y cuenta el relato que
mientras el patriarca mantenía las manos en alto, levantando la vara, el pueblo
de Israel ganaba pero si las bajaba dominaban los amalecitas, por lo que los
dos varones que lo acompañaban le sostuvieron las manos hasta que la victoria
fue completa. Y fue después de esa batalla que Moisés edificó un altar en
el lugar y lo llamó Jehová-nisi que significa “El Señor es mi estandarte”.
(Éxodo 17: 8-16)
Dios, nuestro estandarte, no es sólo un símbolo de
guerra sino nuestra mayor identidad. Nuestra vida toma sentido en Él, nuestra
historia, nuestros sueños, lo somos, todo se concentra en nuestro Salvador.
Nuestro estandarte no necesita una representación
gráfica ni que se le asignen colores ni formas, nuestros corazones lo reconocen
donde sea y pueden ver cómo, en medio de la feroz batalla, se levanta y
podemos correr a Él, seguros de la victoria.
“El Señor es mi luz y mi
salvación, entonces ¿por qué habría de temer?
El Señor es mi fortaleza y me protege del
peligro, entonces ¿por qué habría de temblar? Cuando los
malvados vengan a devorarme, cuando mis enemigos y adversarios me
ataquen, tropezarán y caerán. Aunque un ejército poderoso me
rodee, mi corazón no temerá. Aunque me ataquen, permaneceré
confiado”. Salmos 27: 1-3
Por muy dura que sea tu prueba, por feroces que se
vean tus enemigos, no temas, levanta la cabeza y dirígete hacia dónde está tu
estandarte, que tus enemigos tiemblan cuando te ven marchar con tu bandera en
alto.
Recibe una Bendición y un Saludo de Tú Amigo
Dios Oye.
Centro
Cristiano “Cristo es la Puerta”
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